John Carpenter tiene un sentido del humor increíble, y hay una película donde lo demuestra más que en ninguna otra
No deja de ser curioso que John Carpenter fuera el primer director en rechazar En la boca del miedo. Su guionista, Michael De Luca, se lo ofreció en cuanto acabó de escribirlo, pero no se veía haciendo esas criaturas lovecraftianas, y le pasó el testigo a Tony Randel, que en 1989 fue anunciado como director del proyecto. Después salió del mismo y la responsabilidad recayó en Mary Lambert… para que, finalmente, en diciembre de 1992, la autoría de la película diera un círculo perfecto y volviera a Carpenter. ¡Y menos mal que la hizo, porque nos habríamos quedado sin una de sus mejores películas!
Todo el mundo ha muerto haciendo esta película, es lo que hay
Obviamente, la película bebe mucho de los mitos de Lovecraft, lo que tenía un terrible problema intrínseco: el escritor siempre nombraba que estas criaturas eran incognoscibles, tan horribles que no se podían siquiera describir. Sin embargo, en el metraje tenían que aparecer en un momento u otro. ¿Cuál fue la solución? Hacerlo a toda velocidad. Que no supieras exactamente lo que has visto, solo intuyéndolo. Lo que tiene la mano de un maestro.
La película fue, en el fondo, tan divertida de pensar y hacer, que Carpenter añadió al final de los títulos de crédito un aviso en el lugar donde suele estar el rótulo que indica que ningún animal ha sido dañado en la producción: “La interacción humana fue monitorizada por la Asociación Psiquiátrica Interplanetaria. Las vidas cobradas fueron altas, las heridas muchas“. Maravilla.

New Line
En la boca del miedo fracasó en taquilla de manera notable, pero ha pasado a la historia como una película de culto. De hecho, llegó a estar entre las 10 mejores películas del año de Cahiers du Cinema, un honor reservado tan solo para unos pocos. ¡Y para conseguirlo, Sam Neill solo tuvo que volverse completamente loco (en la ficción, claro)!