Dos de los directores más importantes del cine americano buscaron debutar por otras vías
La vía más convencional para empezar como cineasta pasa por estudiar en las escuelas específicas para ello, o ir empezando a trabajar en puestos bajos e ir ascendiendo poco dentro de la industria. Pero la vía independiente existe, aunque tenga muchos más riesgos, y ocasionalmente implique pensar ideas rocambolescas.
Joel Coen e Ethan Coen tenían un fuerte deseo por dirigir películas desde que eran chavales y sus padres les dejaban usar la cámara de la familia para sus locas ideas. Su primer guion que pensaban rodar era un neo-noir árido, con toques de western moderno y muchas intrigas con un triángulo amoroso y varios crímenes. Era prometedor, pero no tenían como hacerlo llegar a grandes estudios.
Buscando el dinero
Eso no les frenó necesariamente, y decidieron hacer la película de manera independiente. Pero cómo conseguir el dinero necesario para rodarla fue un reto complejo. Barry Sonnenfeld, cineasta y por entonces director de fotografía, fue de los primeros en conocer el concepto de Sangre fácil y ser contratado para la misma, ya que tenía la virtud de poseer ya una cámara y eso ahorraba costes.
Sonnefeld recordó en The Guardian cómo necesitaban 750.000 dólares para rodar la película, y decidieron conseguir ese dinero buscando inversores. Y para convencer a estos de que tenían una buena empresa entre manos, rodaron un tráiler que iba a resumir la textura y esencia de la película, aunque esta todavía no existiera. Las imágenes al final no tuvieron cabida en la película final, ya que tiraron de amigos como el actor Bruce Campbell para el tráiler pero este no fue parte del casting de la cinta.
El tráiler ya era una potente carta de presentación para mostrar que había ciertas garantías en apostar por ellos. Los Coen iban con un proyector de 16mm a reuniones de gente con dinero, incluyendo habitaciones llenas de dentistas que buscaban negocios en los que meter sus beneficios. La pareja acabó consiguiendo el dinero necesario combinando las pequeñas sumas de dichos dentistas, de familiares y algún multimillonario que puso las mayores cantidades. La película se materializó, fue aclamada y acabó recuperando su modesto presupuesto. Pero más importante aún, lanzó a dos de los mejores cineastas del cine americano.
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