Antes de hacerse archi-conocido mundialmente con Grease, John Travolta ya conocía de sobra la obra original: no en vano estuvo actuando en el musical original a inicios de los años 70, en el papel de Doody, uno de los compañeros de Danny Zucko. Sin embargo, cuando unos años después llegó la hora de adaptarla a la gran pantalla, Travolta había conseguido renombre gracias a Fiebre del sábado noche. El suficiente como para convertirse en el protagonista absoluto y maravillar a toda la sociedad de la época.
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No era este el papel que Travolta quería. De hecho, originalmente iba detrás del de Jesucristo Superstar, pero Robert Stigwood, el productor, se quedó con su cara y le fichó para una pequeña película sobre el apogeo de la música disco: Fiebre del sábado noche costó apenas 3,5 millones de dólares, pero recaudó 237 millones. Lógicamente, el papel protagonista en Grease estaba más que cantado.
Aprovechando la coyuntura, Travolta coló a su familia en ambas películas, y no solo por curiosidad: su madre había sido actriz e inculcó a sus hijos el amor por el arte. En Fiebre del sábado noche podemos ver, durante los primeros cinco minutos, a su hermana Ann y su madre Helen, y en Grease a Ellen, que es la camarera que dice “Oh, ahí están Danny y Sandy” cuando ve su actuación por televisión. Oye, por algo se empieza.
Curiosamente, Ellen acabaría convirtiéndose en actriz por derecho propio en series como Días felices, Hospital General o Charles in Charge. Un final feliz para el clan de los Travolta. Bueno, excepto para John, que de un tiempo a esta parte no levanta cabeza. ¡No siempre se puede ser el protagonista y mantenerse vivo!