Considerado uno de los westerns más influyentes de la historia, Centauros del desierto es una de esas joyas cinematográficas de las que se pueden sacar mucho jugo. Además de ser una pieza de entretenimiento de alto nivel, su impacto sigue vivo 69 años después de su estreno. Incluso los detalles más pequeños guardan gran profundidad y se siguen recordando a día de hoy.
La undécima colaboración entre John Wayne y John Ford –The Searchers en su versión original- es uno de los western clásicos -si no EL clásico entre los clásicos- y hay una frase que aún resuena entre los seguidores.
La trama gira en torno a la búsqueda de Ethan Edwards (John Wayne) y un reducido grupo de acompañantes para encontrar a su sobrina, raptada por un grupo de comanches. Después de años de pesquisas sin éxito, Ethan da con Debbie (Natalie Wood), su sobrina, que tras tanto tiempo en cautiverio ha asimilado por completo las costumbres comanches y no muestra interés alguno en volver con su familia.
Es entonces cuando tiene lugar una de las escenas más perturbadoras: al descubrir que Debbie se ha convertido en “una india” a todos los efectos, Ethan apunta con su arma dispuesto a matarla. Martin (Jeffrey Hunter), que forma parte de la expedición, interviene justo a tiempo, elevando aún más la tensión.
En el desenlace, tras múltiples peripecias, Ethan alcanza a Debbie cuando ella trata de huir de él. La sujeta de forma brusca y, en ese instante, todo hace pensar que por fin cumplirá su amenaza. El espectador contiene la respiración… pero en lugar de disparar, Ethan la sostiene en sus brazos y pronuncia unas palabras inesperadas:
Vamos, te llevaré a casa
Con una sola frase breve, el espectador percibe que el protagonista ha tenido una transformación interior. En ese momento comprende que no está cargando con una mujer comanche a la que había jurado eliminar, sino con su sobrina, la misma a la que ha querido toda la vida, más allá de las elecciones que haya tomado o del camino que el destino le impuso.
No es una mera línea de diálogo, sino una poderosa manera de cerrar una obra maestra del ‘western’. Martin Scorsese explicó muy bien en una entrevista con American Film Institute el impacto que tuvo en él cuando la vio por primera vez con 13 años. “De repente, este personaje solitario sale del desierto y es absolutamente aterrador. Literalmente, refleja los peores aspectos del racismo de nuestro país. Está ahí, podías ver el odio, podías verle a él construirlo. Nos muestra la peor parte de nosotros mismos a finales de los 40 y principios de los 50″, cuenta.
Esa frase final no borra la oscuridad del personaje ni todo lo terrible que ha sido. Tras cumplir su misión y presenciar el reencuentro familiar, Ethan se aleja en soledad hacia el desierto. Así concluye una de las películas más brillantes de John Ford y John Wayne.