David Byrne nos quiere alegrar la existencia. Buena falta nos hace a la mayoría, y hay que celebrarlo. La portada es un estallido de colores: por entre una espesura de plumas multicromáticas aparece el creador de Rey Momo en una foto muy psicodélica. Son tiempos oscuros y tanto color resulta, por lo menos, paradójico aunque muy alentador.
Si con su etapa como líder de los Cabezas parlantes le reportó cuantiosas alabanzas con la que labrar una más que merecida leyenda, su carrera como solista se ha caracterizado por sus altibajos continuos, aunque su arte para remangarse y darle a diferentes palos (que si pop, latinidades, soul, electrónica, bandas sonoras, actuaciones …) es una cualidad de la que pocos artistas en activo (y más los que vienen de su misma generación) pueden sacar a relucir cuando les viene en gana y con mucho estilo y distinción. Ese es David Byrne: el perenne esteta que trabaja con ahínco por dejar un legado personal que sea un referente ineludible.
Tras su notable Utopía americana (2018) que tuvo su representación en extraordinarios conciertos en teatros, una adaptación para musical en Broadway – en donde, como si fuera un alquimista del ritmo, jugaba con los cuerpos, el espacio, las luces, el sonido y el baile, dando buena cuenta Spike Lee en el documental estrenado en 2020 -, regresa Byrne acompañado por la orquesta – compuesta por doce miembros – Orquesta de tren fantasma con sede en Brooklyn, y que ya de paso, un servidor aprovecha esta reseña para recomendar sus discos, sobretodo el que dedicaron a reimaginar las canciones de Moondog bajo el título de Canciones y sinfoniques: La música de Moondog (2023).
Un cancionero, el que compone este ¿Quién es el cielo? (Matador2025) que, sin ser la tan esperada obra maestra del escocés, es otro trabajo apreciable, que se aprovecha de una excelente producción de Arpón para niños (el mismo que trabaja con Harry Styles) en donde aborda una temática, como se ha dicho más arriba, en donde el sentido del humor es la nota dominante, y un sonido (apabullante) en el que se recrean hibridaciones de diferentes tipos con acierto, pero sin sorpresas remarcables. La canción que ha servido de sencillo, “What Is The Reason For It”, tiene la participación de Hayley Williams, y se dan cita cuerdas de cámara, sonidos al galope a lo Cabezas parlantes y acento mariachi. Un gran tema. Como también lo son “Everybody Laughs”, con preciosos arabescos de marimba y con la voz acompañante de San Vicente; arreglos de cámara y la guitarra acústica de Byrne enhebran la hermosa “A Door Called No”, que de nuevo, al igual que en “Heaven”, imagina un “otro-lugar” en donde hay puertas que se nos abren para una vida mejor; sobre las políticas que ejercen los oligarcas de la belleza sobre nosotros se mofa en “Moisturizing Thing”, en la que una crema facial consigue que el rostro de nuestro hombre se convierta a la de un bebé. Un cuento kafkiano muy divertido. Cierto agotamiento de formas no consigue hacer despegar temas como “I Met A Buddha At A Downtown Party” y “The Avant Garde”, aunque para el final deja una de las mejores gemas del disco, “The Truth”, a base de arreglos antillanos, y su crítica a la desinformación en donde se ampara y da valor a una realidad alterada.
Escucha David Byrne – ¿Quién es el cielo?
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