
Sergio Leone era un maestro del western y lo demostró en ‘Hasta que llegó su hora’. Lo que no imaginaba es que 22 años después de su rodaje, una película de ciencia-ficción le iba a guiñar un ojo
Sergio Leone ya estaba harto del spaghetti western, sobre todo después de hacer la Trilogía del Dólar, y quería hacer, como fuera, otra película distinta, una epopeya de casi cuatro horas que acabaría siendo, años después, Érase una vez en América. Sin embargo, lo que le llegó a finales de los 80 no fue financiación para su proyecto soñado, sino para hacer otro western más: uno sin Clint Eastwood que se convertiría en una de las películas más icónicas de la historia del género: Hasta que llegó su hora.
Hasta que llegó su futuro
La película no fue un exitazo en el momento, pero llegó a proyectarse ininterrumpidamente durante dos años en un cine en París. Leone fue a visitarlo y a darse un baño de masas, firmando autógrafos a diestro y siniestro. El problema es que el proyeccionista le acabó diciendo “¡Te voy a matar! ¡La misma película una y otra vez durante dos años! ¡Y es tan lenta!”. No le falta razón: es lenta, y eso es lo que la hace especial.
Tanto, que cuando Robert Zemeckis quiso rodar la llegada de Marty McFly a la Hill Valley de 1885 en Regreso al Futuro III, decidió hacerle un homenaje que solo los mayores fans del western pillarían: un paneo de la cámara sobre una estación para mostrar el vibrante pueblo del Oeste al que se acababan de mudar. En una película repleta de guiños al género, ¿cómo no emocionarse un poquito?
No es un homenaje baladí el de esta tercera entrega: como bien ejemplificó Toy Story, la pérdida de popularidad del western y su sustitución por la ciencia-ficción fue progresiva pero segura. Porque todo lo que sube, en algún momento, tiene que bajar. Es ley de vida.