Me gusta está de vuelta con el estupendo Amor anacrónicodel que decíamos en la reseña: «un hermoso conjunto de canciones que, si todavía quedaba alguna duda, lo revalida como uno de los grandes autores pop de los últimos… (piensen ustedes lo que crean conveniente)».
El proyecto de Jaime Cristóbal se amplifica con las buenas compañías de la que fuera su compañera en Souvenir Patricia de la Fuenteademás de Samuel `Toma ́tara (bajo) y Eric Cristóbal (Korg Monotrón).
Charlamos con Me gusta para conocer todos los secretos de este amor anacrónico.
«Al desvincularse de un producto físico, la música ha dejado de ser algo que genera beneficios suficientes para que un colectivo amplio de artistas puedan vivir de ella»
La portada de Anachronistic d’amour es obra de Javier Aramburu y es una maravilla. Si no estoy equivocado es vuestra primera colaboración. ¿Cómo surgió?
Gracias, a mí también me lo parece. Es su primera colaboración con J’aime, pero Javier nos hizo las portadas de los tres primeros LPs de Souvenir, además de algunos singles, así que la conexión viene de lejos, y supongo que tuvo que ver para que se animase, tras contactar mi sello con él. En aquellos tiempos de Souvenir, cuando me compré esa guitarra White Falcon que él ha repintado sobre el cuadro de Watteau, Javier tenía mucho interés en verla, y de hecho en una ocasión en la que habíamos quedado la llevé para que le echase un vistazo. Debió quedarle un nítido recuerdo de aquello, porque la eligió como el elemento que me representa dentro de la portada. Es curioso, cuando oyó el título de mi disco nos escribió al momento diciendo que se le había ocurrido esa idea casi instantáneamente.
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La idea de la portada te transporta al siglo XVIII y a los artistas de la Comedia De’ll Arte. ¿Qué es lo que querías transmitir con el personaje de «Mazzetin» de Jean-Antoine Watteau?
Pues como te digo la idea fue de Javier. Entiendo que trató de plasmar visualmente el concepto de este disco (entrelazar sonidos y conceptos anacrónicos), interpolando una guitarra eléctrica en una imagen que como dices es del siglo XVIII. Como casi todo lo que crea ahora mismo es pintura al óleo, imagino que algo así era lo ideal para él. Y el experimento le resultó estimulante, porque conforme le iba contando de qué iban las canciones del disco, en particular las que iban a salir como sencillos, él mismo empezó a proponernos posibles portadas para esos lanzamientos, como la de «Amplified Heart», que es un boceto a lápiz también de Watteau, al que él ha añadido -emulando perfectamente el trazo del pintor- la caja de ritmos Seeburg Rhythm Prince que usé en la canción. Cuando le resumí la letra de «(Strictly Not) Thinking of You», en particular una alusión a los amantes Píramo y Tisbe, a los pocos días nos mandó (sin habérsela pedido) su correspondiente portada, integrando de nuevo la White Falcon pintada al óleo, en este caso apoyada en una pared del cuadro ‘Thisbe’ de John William Waterhouse.
Has comentado que con este disco has podido tomarte tu tiempo para componer las canciones sin prisas ni agobios. ¿Explícanos cómo ha sido sucintamente este proceso de gestación de estas canciones?
Quería hacerlo diferente a como se suele grabar un disco: pasas meses o incluso años componiendo, pensando en arreglos, cambiando letras, quizá haciendo unas maquetas, pero cuando llega el momento de la grabación dispones de unos pocos días para registrarlo en el estudio, y eso es lo que permanece. Así hice el disco anterior. Pero al disponer de mis propios medios para grabar, pensé que tiene más sentido que todo ese proceso sosegado y meditado de la preparación se extienda a la grabación misma; puedes empezar a grabar una canción y retomarla meses después, y siempre estás a tiempo de cambiar cosas. Además eliminas el paso intermedio de la maqueta, a la que a veces acabas queriendo más que al resultado final. Además así es como grabé mis dos primeros singles, y quería volver a trabajar de esa manera.
Este nuevo disco me deja con la sensación de estar en un limbo temporal. Utilizas instrumentos cuyas sonoridades me suenan a tiempos pretéritos mezclados con texturas más actuales. ¿Qué pretendías con esta hibridación de timbres y texturas?
Pues ofrecer algo más acorde con lo que yo creo que me sale de manera natural, con lo que llevo dentro. En mi disco anterior creo que me ceñí mucho a unos preceptos no escritos de canción de pop, y escuchándolo ahora me parece muy uniforme, cosa que no está mal, pero bueno. Cuando después de la pandemia grabé el proyecto ‘Seis Versiones’ me percaté de que al hacer algo con menos autoconsciencia de como hice ‘Love & Squalor’ se producían esas mezclas curiosas que comentas, de instrumentos y arreglos. Además para aquello usé mi vieja grabadora de cuatro pistas analógica, y me gustaron las texturas que aportaba. Así que cuando me embarqué en este nuevo disco tenía claro que tenía que tirar por ahí.
¿El título del disco hace referencia a este intento de atemporalidad sonora?
Bueno, más bien a la conjunción de elementos anacrónicos entre sí… pero sí, imagino que eso da como resultado cierta atemporalidad, porque hace más difícil el encasillarlo en una época.
Las letras muestran bastante optimismo, me da la sensación de que este tiempo de espera ha servido para reencontrarte contigo mismo y con lo que te rodea…
Es así. El disco anterior salía de un momento de ruptura y crisis personal, y este es un poco el disco de la salida a flote posterior. Casi sin pensarlo han pasado cinco años, y eso se tenía que reflejar de alguna manera. Me alegra que digas que se nota en las letras. En esta ocasión creo que he puesto especial esmero en ellas, les he dado muchas vueltas, casi hasta el final. Al pobre Aramburu le volví un poco loco con los cambios, porque no sé si la gente se ha dado cuenta, pero cada letra del disco está escrita a mano por él, una a una. No es una tipografía preexistente, cada letra, cada palabra, es única. Así que cada modificación que le enviaba tenía que reescribirla en plan amanuense.
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Es un trabajo repleto de todas las influencias que has ido barajando en tu carrera. Esta combinación de estilos musicales (sobre la base del pop), ¿es algo que tiene bastante de intuición o ya tienes el disco bien estructurado en tu mente cuando entras en el estudio?
Es bastante intuitivo, porque cuando me sale una canción digamos que ya llega un poco de fábrica con un estilo en particular, y suele ser difícil empeñarse en reconvertirla. Siendo así, la parte del trabajo en la que puedes introducir un poco de estructura es a la hora de seleccionar el tracklist, porque ahí intentas que haya la mayor variedad posible, o al menos es una de mis prioridades.
Sigues con tu podcast popcasting del cual soy ferviente seguidor. ¿De qué manera vas a compaginar el podcast con la promoción y los conciertos de presentación del disco?
Por suerte me queda tiempo para todo. No tengo tandas de promoción particularmente agotadoras, y si pude compatibilizar los conciertos de Souvenir con el podcast todos aquellos años (y toqué bastante más de lo que voy a tocar como J’aime) pues no debería pasar muchos apuros para cumplir mis entregas quincenales. ¡Gracias por escuchar!
Hablando un poco de la actualidad. ¿Qué opinión te merece todos los artistas que han alzado la voz en contra de los festivales o eventos promovidos por el fondo de inversión KKR?
Me merecen mucho respeto, y apoyo su gesto completamente, es totalmente necesario ante un genocidio que sigue ocurriendo a diario, a la vista de todos.
Por otro lado, plataformas como Spotify también están siendo polémicas por el tema del genocidio en Palestina. Sin entrar en más debates políticos, ¿cómo crees que ha afectado en la forma en qué consumimos música las plataformas de streaming?
Pues por un lado han conseguido algo milagroso, que es que la mayor parte de la música editada en los últimos 80 años esté disponible para escucharse con un solo clic. Yo viví los años en los que si querías oír un disco dependías de poder comprarlo, y si estaba descatalogado (que era frecuente) o bien conocías a alguien que lo tuviese o podían pasar años hasta que pudiese escucharlo. Así que frente a aquello, el nuevo paradigma lo considero un avance enorme de democratización cultural. El problema es que al desvincularse de un producto físico, la música ha dejado de ser algo que genera beneficios suficientes para que un colectivo amplio de artistas puedan vivir de ella. Me parece bien pedir que Spotify y otras plataformas repartan más beneficios de sus ingresos, pero eso no va a cambiar una cosa: hace 20 años casi todo el mundo era consumidor de música, y en promedio se gastaba al mes en discos una cantidad de euros mucho mayor que lo que la inmensa mayoría paga ahora la suscripción a Spotify (si la paga). Eso hace imposible que sea un medio de vida viable para toda una sección intermedia de artistas que hace dos décadas podría haber vivido de esto. ¿Qué hace Cassie de las Vivian Girls trabajando en un almacén de Amazon? Es terrible, pero no veo que tenga ya solución, porque la música ha pasado a ser algo gratuito a lo que consideramos que tenemos derecho a acceder… y ponte ahora a cambiar esa mentalidad.