Por mucho que los hermanos Almqvist se empeñen en decir en las entrevistas eso de que el Rock and Roll es como un adolescente que no quiere crecer, ellos intentan reinventarse, pero Las colmenas – igual que ese eterno joven – siguen siendo los mismos tipos que, hace más de dos décadas, irrumpieron en el panorama con jeta y canciones tan cortas como explosivas.
El pasado domingo, bajo el auspicio de Nación vivavolvieron a recordarnos todas sus formas, con un show tan enérgico como previsible, tan divertido como irregular, tan Urticaria como Las colmenas. Venían a presentar al primo hermano de su anterior trabajo; Las colmenas por siempre para siempre las colmenas (Pias 2025), que puede que tome su título de aquellos recopilatorios rindiendo homenaje a Los dictadores, propiciados por el difunto Batido Kike y en los que había algunos grupos nórdicos.

Así, a la hora acordada, salían al escenario embutidos en sus característicos trajes uniformados, siempre con un Pelle Almqvist al frente, convertido en una especie de predicador del garage punk. El Movistar Arena, limitado a su parte inferior, acogía a unas 4.000 personas, un número respetable, pero algo modesto para una banda que desde hace años ha querido jugar en ligas mayores.
Comenzaban con un primer bloque de canciones, como un auténtico bulldozer de rock and roll punk, entre las que destacaron: “Enought Is Enought”, “Walk Idiot Walk”, “Rigor Mortis Radio”, o “Main Offender” y con Pelle gritando al público: “¡Somos tu banda favorita!” y todo iba a la perfección; música a todo trapo, sonido mucho más que aceptable, Pelle entregado a la afición, el respetable igualmente a la diversión… hasta llegar a la inevitable e infalible “Bogus Operandi”.

Ya con “Hate to Say I Told You So” se marcaron una intro larga de las que pueden echar a perder una canción, al menos una canción punk; y sí, Pelle ya se había dirigido a los presentes con sus “madrileñas, madrileños, gatas, gatos, servesa caliente no es buena”para recordar por enésima vez que ellos son la mejor banda del mundo, o para pedir insistentemente la participación de la gente en sus canciones.
Porque no nos engañemos, Las colmenas hace años que quieren ser una banda de estadios y nada que objetar en esto, pero ¿tienen el tipo de público que se rinde a los trucos fáciles de este tipo de bandas? Puede que, a juzgar por lo vivido, la respuesta sea que sí, sin embargo, la partida la ganan cuando tocan rock and roll acelerado sin parar, no cuando alargan una canción a casi el doble de su tiempo por hacer corear al respetable, o cuando Pelle se empeña una y otra vez en hacer bromas en castellano.

Donde Las colmenas funcionan mejor es cuando abandonan el guion de esa especie de club de la comedia, en el que Pelle trata de convertir sus actuaciones una y otra vez y dejan que hable la maquinaria que son. “O.C.D.O.D”. fue uno de esos momentos, puros riffs asesinos, coros infecciosos y ese espíritu hooligan que sigue siendo su marca registrada.
En cambio, temas como “Tick Tick Boom”, alargado hasta los casi diez minutos con presentación de banda incluida, ilustran el talón de Aquiles de Las colmenasesa tendencia a romper la tensión del show en favor de la diarrea verbal del hermano pequeño de los Almqvist. Lo que podría haber sido una explosión final se convierte en un sketch, una autoparodia, una celebración del celular en alto, una medianía.

El bis con “Legalize Living”, “Bigger Hole to Fill” y la que da el titulo a su nuevo disco, una canción facilona concebida para convertirse en himno y éxito inmediato, cerraron la noche con una mezcla de euforia e interrogantes. The Hives se marcharon convencidos de haber ganado la batalla, aunque en realidad llevan tiempo luchando contra sí mismos, contra la caricatura en la que a veces se convierten en directo, contrastando con sus excelentes grabaciones.
Todas las canciones – y esto no es una opinión – incluidas en el set, tienen una duración aproximada de cincuenta minutos y el concierto duró una hora y media, cuarenta minutos de charla, bromas, arengas al personal y palmas. Una lástima, porque cuando se ponen serios y arremeten como si el rock fuera una cuestión de supervivencia, siguen siendo una apisonadora y eso lo suelen mostrar más en salas que en recintos medios o grandes, como aquel concierto en La Riviera. Las colmenas necesitan recordar más a menudo lo que en realidad son.
Fotos: Fernando del Río