Y al fin llegó el día, el esperado regreso de cabeza de radio, que antes de abrir a nuevos caminos, se marcan una gira de calentamiento por Europa a modo de residencia en varias ciudades, con Madrid como sede inaugural.
Un escenario a modo de jaula rodeado de unas innovadoras pantallas que subían y bajaban, nos aguardaba en el centro de la pista del Movistar Arena. Rumores de un apagón previo que no llegó a producirse, y mucha emoción contenida por ver hacia dónde tirarían después de siete años embarcados en proyectos como la sonrisa.
Los de Thom Yorke se marcaron un concierto excelente, no muy diferente a esa gira de 2018, con un repaso a lo mejor de su carrera. Dos horas de auto reivindicación en las que cada nota pesaba el doble, donde el silencio previo a cada canción, se convertía en un escalofrío a la espera de lo que estaba por venir. Un setlist con sus subibajas, transitando por algunos de sus hits, pero también por zonas de oscuridad, espacios introspectivos, oleadas de fricción y viajes atrás y adelante en el tiempo.
Abrir con “Let Down” fue como rendirse al peso del mundo. Su niebla luminosa nos derrumbó de primeras y dio paso a la feroz “2+2=5”. Sombras y proyecciones en las paredes de la jaula circular, mientras el grupo se movía con una precisión casi invisible. En el escenario, Yorke alternaba momentos de recogimiento absoluto con estallidos que parecían quebrarle la voz. Pronto llegaron las capas electrónicas de “Siéntate, levántate” primera gran sorpresa del concierto, que en su parte inicial sumó hasta cinco cortes del recientemente reeditado en directo Saludo al ladrón (después arremetieron con la afixiante «Myxomatosis», la oscura «The Gloaming» y la misteriosa «A Wolf at the Door»).
Radiohead desplegaron un sonido increíble, que nos nos hizo volar entre el sueño líquido de “Bloom” y la nostalgia de “Lucky”. Lágrimas con esta concesión. Seguimos cabalgando entre ritmos mecánicos, con otros más abstractos que formaban un muro invisible que retumbaba en el pecho. “No Surprises” fue otro momento tremendo, un refugio del que no queríamos salir, que se prolongó con “Videotape”.
El baile del fin del mundo de Radiohead
Radiohead manejan los tempos como nadie y así lo demostraron en el último tramo, cuando con “Weird Fishes/Arpeggi”, “Everything in Its Right Place” y “15 Step”, con las que volvieron a abrir la herida. Fue una secuencia hipnótica, una corriente que nos deslizaba entre esos visuales y una danza general de pura felicidad. Aún había tiempo para más, como la combustión que produjo el bajo abrasivo de “The National Anthem”, al que siguió la bruma de “Daydreaming y un nuevo incendio provocado con “Idioteque”, toda una invitación festejar el fin del mundo bailando.

El bis se abrió de la mejor manera posible, con esa “Fake Plastic Trees” que sonó como esos recuerdos de los que aún saben doler. De nuevo, regresamos a OK computadoracon la ingrávida “Subterranean Homesick Alien” y una “Paranoid Android” tan épica como humana. “How to Disappear Completely” nos invitó a cerrar los ojos y a no querer volver a abrirlos, pero aún quedaba el remate grandioso de las tres últimas canciones. Las cabalgadas de “You and Whose Army?”, un bombazo inesperado a estas alturas del setlist como “There There” y ahora sí, el éxtasis colectivo de “Karma Police y ese “Por un minuto me perdí” que sigue resonando como mantra y nos mantiene ahí, frente a uno de los grupos más increíbles del planeta que comunicándose solo a través de su música, nos hizo sentir confusos, frágiles, pero llenos de una verdad que no necesita explicación.
Fotos Radiohead: Blanca Orcasitas
