La famosa empresa ticketera sabe que tiene un problema con la reventa, pero no tiene especial prisa por resolverlo

Es raro que pase mucho tiempo sin que Ticketmaster acabe en un escándalo por problemas en las ventas de entradas de grandes eventos, o bien porque está siendo investigado a nivel federal por sus prácticas cuestionables y de potencial monopolio. La empresa ticketera vuelve a estar en la diana de la Comisión Federal de Comercio por el precio de las entradas.
Uno de los problemas a los que se enfrentan habitualmente los compradores, además de tasas confusas y aparentemente caprichosas, es toparse con falta de oferta a causa de especuladores “profesionales” que acaban pronto con la oferta para aprovecharse de la demanda. Es decir, revendiendo las mismas entradas que han adquirido por un precio mucho mayor. Algo que se puede hacer gracias incluso a la propia Ticketmaster, que tiene su propia plataforma para revender entradas que no se van a usar.
En la cama con el enemigo
La comisión del comercio pone precisamente foco en qué prácticas realizan para acabar con la especulación, especialmente ahora que resulta más fácil saltarse el sistema con bots automatizados. La empresa se revolvió enviando una extensa carta la semana pasada, asegurando a los senadores estadounidenses que “son los que más luchan para que las entradas acaben en manos de los fans de verdad”. También rechazan de pleno acusaciones de que trabajan con estos especuladores para inflar artificialmente los precios.
Pero la hemeroteca juega en su contra aquí, porque ya en 2018 se destapó que había mantenido contactos profesionales con varios especuladores expertos. Una investigación de CBC News y Toronto Star destapó cómo representantes de la empresa contactaban con revendedores, asegurando a estos que la división de reventa de Ticketmaster hace la vista gorda ante los que utilizan robots de compra de entradas e identidades falsas. Con esto pueden vender las entradas a precios desorbitados, incluyendo una comisión para la propia Ticketmaster por hacerlo en su plataforma.
Esta estrategia obedecía precisamente a intentar dinamizar el uso de esta plataforma paralela para la reventa, y sacar mordidas extra de entradas a las que ya cargaban unas tasas considerables. Un programa secreto pensado para hacer más dominante su posición, y que actuaba justo en contra de los intereses del consumidor. Pero una vez destapado el programa simplemente fue diluyéndose y no hubieron grandes consecuencias. Al menos, ya sabemos, que cuando Ticketmaster dice Digo, quería decir Diego.
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