Denis Villeneuve dirigió este ‘thriller’ magistral que puedes ver en ‘streaming’
Ocurre con poca frecuencia, y menos mal, porque si no, no sería tan especial. Me refiero a eso de sentir, de repente, un temblor en forma de vacío en el pecho. Un escalofrío reducido a un espacio muy pequeño del cuerpo, pero tan grande que el recuerdo se queda pegado a la memoria como el liquen a una roca. Es como una espiral de vértigo dentro de la caja torácica. De repente, el tiempo se detiene y, ahí está, se ha creado un órgano más. Hablo de esa reacción a un párrafo en un libro, a una fotografía en un álbum, a un ritmo en una canción, a un cuadro colgado de la pared en un museo y a un momento de una película. De esto último, el cine, tengo uno que se grabó en mí hace dos años y, desde entonces, sigo pensando en él.
Una de las películas más impactantes que he visto en mi vida es Incendies (2011) de Denis Villeneuve. Y ese “impactante” debería estar en mayúsculas, iluminado, rodeado de un círculo de fuego y en un tamaño inmenso. El cineasta detrás de la saga de ciencia ficción Dune (2021-) y de filmes como Enemy (2013), Sicario (2015), La llegada (2016) y Blade Runner 2049 (2017) dirigió, antes de dar el salto a Hollywood con Prisioneros (2013), este ‘thriller’ magistral. Puedes verlo en ‘streaming’ -está disponible en Prime Video– y es una de mis recomendaciones favoritas.
El virtuosismo de Denis Villeneuve
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Incendies es una adaptación de la obra de teatro homónima de Wajdi Mouawad, y el propio Villeneuve coescribió el guion junto a Valérie Beaugrand-Champagne. La historia sigue a dos mellizos canadienses, Jeanne y Simon, que acaban de perder a su madre. Su progenitora, antes de morir, dejó escritas unas cartas, y una de ellas está destinada a su padre, al que no conocen. Jeanne, entonces, se embarca en un viaje por el Levante mediterráneo -lugar de nacimiento de su madre- para seguir sus pasos, desentrañar su pasado y descubrir el peor misterio de todos.
A lo largo de 2 horas y 10 minutos, Villeneuve desarrolla una historia ambientada en diferentes épocas que atrapa desde el primer momento. Incendies es como una telaraña, y el espectador, un insecto enganchado a ella que, por mucho que se mueva, no puede escaparse. La araña es el virtuosismo de Villeneuve, que sabe cómo dibujar a unos personajes con mano mística y es capaz de mantener el ritmo, la tensión y el misterio sin que el relato decaiga o se afloje. Todo ello salpicado de momentos -sí, más de uno- que obligan, en el espectador, al jadeo, la sorpresa y a la parálisis.
Un final imposible de olvidar
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El final de Incendies -aviso a las futuras víctimas- lo ves una vez y no se te olvida. Es imposible despojarse de algo así: encuentra un recoveco en el cerebro y se queda ahí a vivir para siempre. Es una de esas revelaciones a la altura de la de El sexto sentido (1999) y Los otros (2001).
El relato está tan bien construido y armado que, cuando todas las piezas encajan, ya no hay vuelta atrás. El proyectil te ha golpeado en el pecho antes de darte cuenta. Algo ha crecido dentro. Te has transformado. Has dejado de ser el espectador que eras para convertirte en otro, uno que tendrá que seguir consumiendo cine, sabiendo que va a ser muy difícil que una película provoque lo mismo que Incendies.
Es raro, cuando se van cumpliendo años, sentir cosas por primera vez. Una va acumulando tantas experiencias a sus espaldas que ya nada parece nuevo y todo huele a repetición. Y de repente… boom: ves Incendies y una nueva capa de realidad aparece. Eso solo lo consiguen los mejores.