Celine Song eleva el género romántico con una película refinada, elegante y extraordinaria que tiene una puntería perfecta para hacer crítica y sátira de las relaciones en la actualidad
Martin Scorsese dijo que La edad de la inocencia (1993), su adaptación de la novela homónima de Edith Wharton, era una de sus películas más violentas. “Hay una violencia refinada. Es violencia psicológica y emocional. Es tan poderosa y mortal como Joe Pesci recibiendo un disparo en Uno de los nuestros“. En Materialistas no hay sangre ni balas, pero sí hay, al estilo de La edad de la inocencia, violencia y todo lo que esta conlleva: crueldad y deshumanización. Lo nuevo de Celine Song tras su mágica y sencilla Vidas pasadas (2023) es una película fina, elegante y extraordinaria que tiene una puntería perfecta para hacer crítica del mundo de las citas y el amor en la actualidad.
Materialistas es la historia de Lucy, una mujer que vive en Nueva York y se gana la vida como casamentera. Es muy buena en su trabajo, que consiste en hacer lo mismo que el algoritmo de una aplicación de citas: juntar a dos personas de acuerdo a las cosas que buscan en una pareja.
El mundo de Lucy se ha deformado tras años dedicándose a reducir a las personas a números. Está convencida de que el próximo hombre con el que salga será con el que se case y el candidato debe ser asquerosamente rico. Aparece uno, Harry, un millonario al que conoce en la boda de una de sus clientas. En la misma fiesta también se reencuentra con su exnovio John, un aspirante a actor que trabaja como camarero y vive en un piso compartido. Rompió con él no porque no hubiese amor, sino porque su situación económica no era nada boyante.
El trío protagonista: Dakota Johnson, Pedro Pascal y Chris Evans

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A través de la situación de Lucy, Song pinta un retrato realista y directo del mundo moderno en el que el capitalismo ha emborronado el amor. A medida que las dos relaciones de la protagonista evolucionan, también lo hace su forma de afrontar el trabajo de casamentera. Sus reuniones y encuentros con clientes son un muestrario de lo más oscuro del ser humano: gente queriendo crear una persona en lugar de encontrarla, convirtiendo a Lucy en una suerte de doctora Frankenstein.
Al igual que el personaje creado por Mary Shelley llevó a cabo un acto atroz construyendo una criatura condenada a la soledad, marginación e incomprensión en un mundo despiadado para él; Song refleja un universo, el de buscar pareja, igual de brutal y feroz. Aquí está la violencia: seres humanos tratando a otros como objetos y rompiéndose las piernas para ganar unos centímetros de altura. Personas que deshumanizan y son deshumanizadas. El amor es una empresa.
Empresa no solo en el sentido del esfuerzo que requiere para que dos personas hagan funcionar su relación, también en el mercantil. Para Lucy, al inicio del filme, el matrimonio es una transacción económica entre dos activos que tienen un valor material -pude incrementarse cambiando el cuerpo para ajustarse a lo que el mercado demanda: más altura, menos peso, más pecho, menos arrugas, más pelo-, educativo y económico. Alguien rico, alto y con buena educación tiene más opciones que alguien pobre. El capitalismo ataca de nuevo.

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Al igual que con Vidas pasadas, Song eleva el género romántico con Materialistas. La directora tiene un potente discurso y lo desarrolla con maestría e inteligencia, rodeándose de un trío de actores perfectos en sus papeles. Dakota Johnson, Pedro Pascal y Chris Evans apadrinan el relato y ayudan a dar autenticidad y seriedad al filme con sus carismáticas interpretaciones.
Pese a la crítica que hace Song, Materialistas es una película esperanzadora. Parece que, aun con todos los intentos, el capitalismo no ha ganado la batalla del todo. Todavía hay algún terreno inconquistable. El amor, por suerte, no ha muerto.