Por mucho que naciera en la Unión Soviética, Anton Yelchin vivió desde los 6 meses en Estados Unidos. De hecho, decidió que se haría actor después de ver a Robert De Niro en Taxi Driver, repitiendo sus escenas una y otra vez. No tardó mucho en debutar: a los once años ya estrenó la película indie A man is mostly water, y después empezó a encadenar papeles sin parar hasta llegar al estrellato gracias a Star Trek y Terminator Salvation. Su carrera parecía repleta de emociones, pero se truncó en 2016, a los 27 años. Y no hay nadie en la industria que no se acuerde de aquel drama.
Te echamos de menos, Anton
Yelchin ya estaba pensando en dejar de lado su carrera como actor debido a su enfermedad crónica, la fibrosis quística, que le hacía sentir un dolor casi imposible de aguantar en algunas escenas de Star Trek: En la Oscuridad. Sin embargo, ya había pensado en el siguiente paso a dar. Dirigiría su primera película, que se llamaría como el héroe de su infancia que le dio ganas de actuar: Travis.
Sin embargo, todos los sueños se acabaron cuando, el 18 de junio de 2016, Yelchin no llegó a un ensayo y sus amigos se lo encontraron muerto, aplastado entre su coche (un Grand Cherokee) y una puerta. Aparentemente, el actor fue a mirar si tenía correo, el coche se despeñó por la cuesta y le atrapó. No tuvo ninguna posibilidad de seguir adelante.
Tras su muerte, en Star Trek afirmaron que nadie tomaría su lugar como Pavel Chekov, y, de hecho, le dedicaron la última película tanto a él como a Leonard Nimoy, fallecido en 2015. En total, le dedicaron seis películas y una serie que se estrenaron tras su inesperado fallecimiento. A día de hoy, aún se le echa de menos en la industria: lo podría haber sido todo, si no fuera por un despiste mortal. Que descanse en paz.