McEnroe anuncian su primer álbum en seis años, los que han pasado desde que entregaran La Distancia (Subterfuge) y en los que ha llegado también un EP de Ricardo Lezón (Canciones mínimas) y un libro (Lento y Salvaje), además del disco conjunto con The New Raemon, Nuevos Bosques. El nuevo álbum de los de Getxo se titulará La vida libre y llega el próximo 14 de noviembre a través de Subterfuge. Con la producción y teclados de Jaime Arteche y la mezcla de Raúl Pérez, ya podemos escuchar uno de sus temas, «Can Fernando».
Como cuentan: «Cuando terminamos de grabar «La Distancia», hace ahora siete años, sentimos que habíamos llegado a un destino, no sabíamos cuál, pero sí que a partir de entonces se abrieron otros caminos en el horizonte y que el momento de emprenderlo llegaría cuando tuviese que llegar. Y ese momento llega siempre en los momentos más inesperados. Siete años después de grabar «La Distancia», una tarde tocando la guitarra en el porche de una pequeña casa en el bosque, bajo un temporal de
invierno en una isla de verano como es Formentera salió » Can Fernando» y nada más terminarla comenzó la historia de nuestro nuevo disco.
En «Can Fernando» hay muchas de las cosas que ha habido siempre y otras que no ha habido nunca. Fue el primer paso y nos hacía ilusión que fuese la primera que sonara».
” data-cs-src=”https://www.youtube.com/embed/k0RTHpG2hL4?feature=oembed” frameborder=”0″ allow=”accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture; web-share” referrerpolicy=”strict-origin-when-cross-origin” allowfullscreen>
Seis años en silencio pueden ser un ataúd para cualquier banda, pero McEnroe decidió convertirlos en un refugio. Desde Getxo, con ese aire melancólico que impregna cada acorde, el grupo vuelve con un single y la promesa de un disco para noviembre, como quien regresa a casa sin previo aviso: sin ruido de marketing, sin algoritmos de streaming dictando los tiempos, solo con canciones que suenan a cartas nunca enviadas y confesiones que necesitaban encontrar su momento. “No somos gran cosa. Somos McEnroe. No somos una banda de masas”, dicen, pero basta escucharlos para entender que su música tiene un filo que no se mide en cifras, sino en heridas compartidas.
La nueva etapa los encuentra nerviosos como debutantes, reconociendo que cada concierto es más comunión que espectáculo, que cada acorde depende de la energía del público que los sostiene. McEnroe sigue siendo ese camión pesado que a veces arranca tarde, pero cuando lo hace avanza con una honestidad brutal. Y en ese trayecto, el presente se tiñe de pequeñas giras que se saborean como rituales, colaboraciones discretas como la de The New Raemon, y el relevo generacional que trajo, en su momento, la voz de Jimena, la hija de Ricardo, que con inocencia y frescura les recordó lo que nunca se debe perder: la ilusión. A los 55 años, Ricardo lo confiesa con naturalidad: echa de menos la ingenuidad de sus primeras letras, pero la encuentra reflejada en esa mirada nueva que lo obliga a no dejar de escuchar, a no rendirse. McEnroe no quiere encajar ni ser tendencia; nunca lo han buscado y quizás ahí esté su fuerza. Lo suyo es otra cosa: música como refugio, amistad como cimiento, tristeza como bandera blanca, conciertos que flotan en tensión hasta convertirse en catarsis eléctrica. En un panorama indie español dominado por el streaming y los festivales de fusión, McEnroe insiste en seguir caminando a su ritmo, demostrando que a veces lo más revolucionario es simplemente no tener prisa.
«La música más triste es la que está hecha para alegrar»
Han sacado sencillo y pronto llegará un nuevo disco. ¿Qué dirección quieren explorar tras La distancia y Veinte, y cómo planean mantener fresca esa sensibilidad que los define después de tantos años?
Estrenamos nuestro primer sencillo después de seis años. Entonces, no sé si la información llega un poco desfasada, porque en noviembre publicamos nuestro nuevo disco. Llevamos seis años sin sacar nada. Nosotros no somos gran cosa. Somos McEnroe, una banda no de masas, pero bueno, después de seis años sacar un disco es, dentro de las noticias que hay, para nosotros un notición. Es una novedad. Se está haciendo un trabajo desde la discográfica bastante potente. La discográfica no es grande; es Subterfuge, están haciendo un trabajo de prensa para que se hable un poco de la salida del disco. Bueno, pues eso, en noviembre estrenamos después de haber estado seis años parados. Yo tengo mi proyecto en solitario, un proyecto más acústico, menos banda. Desde 2019, cuando publicamos La distancia, han pasado seis años. Ahora estamos nerviosos, pero contentos de volver a sacar canciones y a funcionar. Es como un camión que se ha quedado parado. Primero hay que arrancarlo y luego empezar a andar despacio.
Getxo, con su paisaje y su calma, parece impregnar el tono nostálgico de sus discos. ¿Cómo ha influido el entorno físico y emocional de su ciudad natal en la evolución de su sonido para el nuevo disco, y hay algún lugar, quizás fuera de España, al que les gustaría llevar a McEnroe para inspirar un nuevo capítulo creativo?
Haremos pocas presentaciones en directo porque el núcleo de la banda es amateur. Solo yo vivo de la música; los demás tienen trabajos, familias, vidas. No tenemos público suficiente para hacer una gira grande. Elegimos bien las ciudades, haremos cuatro o cinco conciertos y luego presentaciones más pequeñas, intentando alargar la vida del disco todo lo posible. Con el disco anterior incluso llegamos a México en 2023: Toluca, CDMX, Aguascalientes. Experiencias muy bonitas para un grupo pequeño como el nuestro.
En Lluvia y Truenos con The New Raemon lograron una simbiosis creativa que marcó un hito. En 2024 volvieron a trabajar juntos en Nuevos Bosques con The New Raemon, con pequeñas giras. Representa una colaboración madura que disecciona la vida cotidiana con letras de Ricardo y música de Ramón. En un año donde la nueva música española abraza géneros híbridos como el indie-flamenco o el electro-pop, ¿qué elementos de esta unión crees que podrían inspirar a la escena emergente, y cómo ha evolucionado su forma de colaborar en comparación con Lluvia y Truenos de 2016?
Sí. Nuevos Bosques es la segunda parte de una colaboración con The New Raemon, un proyecto de Ramón Rodríguez, un chico de Cataluña. McEnroe como banda no participó; fuimos él y yo, usando el nombre de McEnroe por costumbre. Hace ocho años publicamos nuestro primer disco, Lluvia y Truenos. Funcionó muy bien, ganamos premios y fue increíble. Después de ocho años nos animamos a hacer la segunda parte, Nuevos Bosques, que ha tenido un camino más discreto, pero igual de bonito. No estoy muy pendiente de estrategias; hago lo que me gusta, lo grabo y lo saco.
Prácticamente te me estás adelantando a todas mis preguntas. El enfoque de ustedes es muy pausado, muy tranquilo, sin depender del marketing actual.
Es importante preservar la ilusión por hacer canciones. Como oyente, siempre encontré en la música cosas que me ayudaban mucho. Cuando lo conviertes en tu forma de vida, hay un riesgo de perder esa esencia. Yo hago música a mi manera, y otras estrategias también son válidas. Mi carrera en solitario consiste en grabar y disfrutar; con la banda es como un camión pesado que a veces arranca y a veces se queda parado.
En 2025, la escena indie española está viviendo un renacimiento con fusiones entre lo retro y lo experimental, como se ve en festivales como Sonorama, donde bandas como Niños Bravos o Arde Bogotá comparten cartel con veteranos. ¿Cómo ves que McEnroe encaja en este panorama actual, y qué lección de su trayectoria de más de dos décadas darían a estos nuevos talentos para navegar por una industria dominada por el streaming y los algoritmos?
Nunca hemos encajado del todo ni hemos querido hacerlo. La escena indie actual me es bastante ajena; escucho música fuera de ese circuito. Los festivales marcan mucho, pero no siempre nos afecta. Nuestra trayectoria ha sido guiada por lo que nos gusta, no por la industria ni los algoritmos.
En Muzikalia, en una ocasión, mencionaste la amistad como clave de la longevidad de la banda. ¿Sigue siendo así?
Sí. Hemos sabido dejar espacio, cada uno tiene su vida, su espacio vital. Eso nos permite seguir siendo muy amigos y compartir momentos juntos. La amistad es el origen de todo esto y sigue siendo fundamental. El disco anterior, La distancia, homenajeaba la distancia física y emocional que a veces hemos tenido, dejando espacio para respirar. Ese respeto ha sido clave para llegar con ilusión a cada proyecto. Siempre hemos funcionado mejor de manera natural que siguiendo planes estrictos. La música no es obligación; la hacemos cuando realmente tenemos algo que decir.
¿Han experimentado con inteligencia artificial, creación de sonidos o bandas virtuales?
No, la verdad es que estoy perdido en eso. La tecnología avanza tan rápido que me quedo atrás. Spotify, Instagram, todo cambia; ni idea hacia dónde va. Para mí lo importante es seguir haciendo canciones, grabar discos y tocar en los lugares que nos apetece. Está claro que esto no tiene freno y no tengo ni idea de dónde va a llegar. Hay cosas que hace el ser humano que nunca alcanzará. No sé, espero que quede un poco de poética humana, no sé si es un deseo o una certeza.
«Nunca hemos encajado del todo ni hemos querido hacerlo»
La pandemia aceleró el uso de plataformas digitales en la escena musical. ¿Cómo ha cambiado su conexión con el público a través de estas herramientas desde sus inicios en 2002, y creen que las redes sociales han diluido o enriquecido la intimidad que buscan en canciones como las de La distancia?
Yo estoy encantado de estar aquí donde estamos y para mí es un sueño desde que empezamos con la banda, haber llegado a donde estamos. No somos un grupo masivo. Tenemos nuestro público. Nos hace mucha ilusión. Una de las cosas más bonitas que estoy viviendo ahora es con la salida del single, porque para mí es un día que yo pensaba hace mucho, estoy acojonao. Estoy con nervios buenos. Me recuerda los nervios del principio, y yo soy un tío mayor, pero es sobre todo por la gente. Lo mejor que nos ha pasado con la música es la gente que hemos conocido. Hemos tenido la suerte de tener gente que se acerca, siempre lo digo en plan de coña, pero es verdad: gente súper interesante, más interesante que nosotros muchas veces y de la que hemos aprendido un montón, con la que tenemos mucha relación desde hace mucho tiempo. Tenemos muchos amigos en la música, no en el lado de la industria musical, sino en el lado de gente que se acercaba porque le interesaba lo que hacemos musicalmente. Y yo tengo muchos nervios de este trabajo musical nuevo, de decir que es bonito. Joder, a ver si gusta o no. Tengo una sensación de éxito de haber mantenido, de haber sabido preservar eso y de no llegar a sacar un disco que me dé igual. Hemos tenido una relación muy bonita, muy enriquecedora para nosotros, que muchas veces no lo creemos. Decir sobre ir a tocar a Madrid, Barcelona, Valencia y meter gente en esos lugares, como el aniversario 20 lo celebramos haciendo una pequeña gira y fue increíble ver que después de cuatro años, que en ese momento fueron cuatro años callados, seguía viniendo la gente, que incluso fue a la gira. Y dentro de eso ver que había mucha gente joven; y nosotros ya no somos jóvenes. Y entonces dices: «¡Hostia!», es fuerte ver a chavales de 25, de 27.
La colaboración con Jimena Lezón en el EP Veinte trajo una voz generacional fresca al legado de McEnroe. Mirando al futuro, ¿cómo imaginas que la incorporación de perspectivas jóvenes, ya sea de Jimena u otros artistas emergentes, podría redefinir el sonido de la banda en la próxima década, y qué riesgos están dispuestos a tomar para seguir evolucionando?
En ese EP se cumplían los 20 años y nos pedían hacer un show y no teníamos canciones, no teníamos material, llevábamos mucho tiempo parados. Y entonces lo que hicimos fue recuperar cuatro canciones antiguas nuestras, las regrabamos y las cantó mi hija. Ella hizo un poco esto de hacer el juego de un relevo generacional.
¿Cómo fue trabajar con la hija de Ricardo, viéndolo como un integrante más de la banda, en un proyecto tan significativo, y qué aprendiste de su perspectiva como una artista de una nueva generación?
Yo creo que ahí aprendes todo. Aprendes a recordar cosas que se han ido dejando atrás y que las ves en ella y en los jóvenes. Y dices: «Esto no tengo que perderlo y tengo que recuperarlo». Aprendes que muchas veces te crees que por ser más mayor eres más listo y no lo eres. La transparencia que hay de lo que ella puede aprender de mí y de lo que yo puedo aprender de ella y de los jóvenes es igual, en diferentes intensidades. La experiencia está, tú le puedes decir: «Por este camino ya he pasado. Ten cuidado con esto», pero ellos también te pueden decir muchas cosas a ti: no dejes de mirar las cosas con esa ilusión. Ahora que hemos estado escribiendo las letras para este disco que viene, ya tengo 55 años; cuando escribí las primeras, tenía 32, 33, y echo mucho de menos, mucho esa frescura, esa inocencia. Y a la primera persona a la que se lo enseño es a ella, y escucho mucho lo que me dice. Y creo que dentro de poco voy a tener que hablar más con ella antes de grabar los discos.
Ya la vas a traer de manager.
Sí, ahí de manager. Pero bueno, ella ya se ha ido por otro lado, ya no se va a dedicar a la música.
Con Jimena subiendo al escenario, fue un momento de alto voltaje emocional. ¿Qué significó para ti compartir ese escenario con ella, y cómo cambió esa experiencia su forma de conectar con el público en esos momentos?
Cuando tocamos nosotros tenemos un poco de esa aura de ser «tristes» y tal. Se estuvo mucho tiempo peleando contra eso, pero saqué la bandera blanca. Dije: «Bueno, si somos tristes, somos tristes». Nosotros no lo vivimos así, ni escribimos así. Y los conciertos no son así; la gente se mete mucho a escuchar las letras y todo. Pero quien lo escucha con atención se da cuenta de que no es tristeza. No es lo más importante. Y luego, dentro de los conciertos, lo que pasaba era que, cuando subía Jimena, era el punto culminante, era más guay. Yo lo he vivido como al principio, con un poco de cautela también, porque ella era muy jovencita y también yo estaba pendiente de que lo hiciese bien. Y yo tengo que estar muy pendiente también de no equivocarme. Pero como padre, para mí era una maravilla. No sé describirlo con palabras.
Su música es sutil en disco, pero en vivo se transforma en una catarsis eléctrica. ¿Cómo diseñan esa dualidad, y qué elemento de sus directos creen que captura mejor la esencia de McEnroe que no se puede replicar en un estudio?
Lo que nos llega desde el público, necesitamos sentirlo. Nos importa mucho. Y yo creo que eso el público lo entiende, el público entiende que nos tiene que sostener un poco. No tenemos la mecánica esa de haber cantado las canciones un montón de veces como las bandas mainstreams. No somos tampoco virtuosos. Hacemos bien nuestras canciones, pero yo creo que ellos sienten que es una cosa compartida, que ellos nos tienen que sostener a nosotros y nosotros a ellos. Y entonces se crea una cosa muy bonita. Por lo menos para nosotros, nosotros siempre acabamos súper cansados los conciertos porque estamos en una tensión que es muy adictiva. Antes de salir a tocar estás increíblemente nervioso, y luego sales al escenario y es como que se te pasa todo, como que flotas y te cura casi todo, y luego no te quieres ir del escenario. Entonces yo creo que se crea un poco una atmósfera de eso, de sostenimiento de unos a otros. Encontrar como una comunión o una conexión de hacernos socios, del público y estar todos juntos… es la recompensa, al final de cuentas. No hay nada como eso. Pero al final me pasa como un escritor japonés, ese que decía: «La música más triste es la que está hecha para alegrar».
Concierto de McEnroe en Madrid
23 de octubre – Teatro Eslava – Madrid – Entradas